Crimen en microsurco by Boileau-Narcejac

Crimen en microsurco by Boileau-Narcejac

autor:Boileau-Narcejac [Boileau-Narcejac]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1959-07-15T00:00:00+00:00


* * *

—Siéntese, señora, se lo ruego.

El comisario Borel dio la vuelta a su mesa, se apoyó en el respaldo de su sillón. Eve, instantáneamente, lo había calibrado: inteligente, un poco demasiado seguro de sí mismo, guapo sujeto, pero con la dentadura fea; en resumen: cierta distinción en el género funcionario. Debería dar sus pantalones a planchar… Ella sonreía, con la cabeza ligeramente inclinada, la mirada amable, el cerebro alerta.

—Me complace verdaderamente verla a usted aquí, señora —dijo Borel—. Es un privilegio, de verdad. La admiro a usted infinito…

—¿He de entender que me ha hecho venir para elogiarme en privo do? —dijo Eve.

El comisario entrecerró los ojos, levantó una mano gruesa en la que brillaba un sello.

—No. Evidentemente no. Pero yo soy como los demás… Cuando escucho sus canciones, sueño un poco. Y hoy está usted aquí, ante mí…

—… en carne y hueso —agregó Eve.

—¡En carne y hueso! De modo que es un momento que saboreo, con su permiso…

Trataba de bromear, sin conseguir mostrarse natural. Sus ojos no se alegraban. Eran demasiado azules, de ese azul que la luz eléctrica agudiza hasta adquirir el tono del cristal.

—Quedé dolorosamente sorprendido cuando me enteré de la muerte del señor Faugères —prosiguió.

—Mi marido no fue muy prudente.

—Ya sé.

Borel se sentó, tocó con la palma de la mano una carpeta.

—Aquí tengo una copia del informe. Por lo demás, no es tan seguro que se tratase de una imprudencia… Había bebido un poco; conducía aprisa, pero, en fin, este es el caso de muchos automovilistas, sobre todo durante estos meses de vacaciones… Una pérdida muy lamentable… Doblemente, puesto que me he enterado… incidentalmente… que pensaba usted retirarse de la escena.

—¡Le han informado con mucha rapidez!

Borel se inclinó, risueño.

—Es mi oficio, señora… ¿Puedo hacerle una pregunta? ¿Piensa de veras que su marido se mató accidentalmente?

Eve esperaba este ataque. Sin embargo, le fue difícil sostener la mirada del comisario.

—¡Dios mío!, sí —contestó—. Ni por un instante he supuesto que… ¿Han descubierto ustedes algo?

—Descubierto… no. El accidente no parece ofrecer ninguna, duda.

Abrió la carpeta, reflexionó un momento. Eve pensaba en Leprat. ¡Pobre muchacho! Iba a verse arrastrado por el desastre. Nunca comprendería por qué ella había confesado. Porque se proponía decir toda la verdad. Si aquel policía tenía la prueba de que Maurice… No, nunca aceptaría ser cogida en flagrante delito de mentira, ser despreciada.

—El señor Faugères tenía enemigos, supongo que como todos nosotros —dijo Borel—. ¿No observó usted nado anormal durante estas últimas semanas? ¿No parecía preocupado su marido? ¿No le confesó algo que pudiera…?

—Nada.

—Es curioso. ¿Vivían ustedes en buenas relaciones?

—No.

Borel meneó la cabeza, con aire divertido.

—¡A buena hora! Esto sí que es franqueza.

Sacó una carta de la carpeta y la releyó. Eve estaba demasiado lejos para reconocer la escritura, pero se dio cuenta de que representaba el final. Faugères había cumplí su palabra.

—Tengo un amante —dijo—; supongo que esto no es ninguna novedad para usted. Y puesto que quiere saberlo todo…

Borel se inclinó y le alagó la carta.

—Primero lea esto —dijo—. No debería enseñarle este documento, pero cuento con su discreción.



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